
Francamente, contar historias es lo que hacemos todos los días y si no lo hacemos, nos gustaría hacerlo. El simple hecho de imaginar el trabajo que tenemos por delante un día cualquiera es contarnos una historia, a nosotros mismos si, pero contarla al fin y al cabo. Así que, ¿por qué no dejar esas historias por escrito?
Con ese espíritu, lo suyo sería inundar la red y los cuadernos de historias cotidianas sin final. De historias tontas, que, sacadas de contexto, pierdan la gracia y la frescura. Pero no seré yo quien cuente las historias de otros. Que cada uno se haga responsable de sí mismo, ¿no?. Así que, empezaré por no poner la televisión, encenderé el tocadiscos y me quedaré mirando cómo giran los vinilos describiendo órbitas concénctricas a tu alrededor. Porque claro, al igual que casi todas las historias que tengo en la cabeza, todo gira a tu alrededor.
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